«En la memoria del cuarto centenario de la muerte de san Francisco de Sales, me he preguntado sobre su legado para nuestra época, y he encontrado iluminadoras su flexibilidad y su capacidad de visión. Un poco por don de Dios, un poco por índole personal, y también por la profundización constante de sus vivencias, había tenido la nítida percepción del cambio de los tiempos. Ni él mismo hubiera llegado a imaginar que en esto reconocería una gran oportunidad para el anuncio del Evangelio. La Palabra que había amado desde su juventud era capaz de hacerse camino abriendo horizontes nuevos e impredecibles en un mundo en rápida transición».

«Acercarse a la figura y a los textos de san Francisco de Sales es siempre una sorpresa apasionante, porque en ellos se proyecta una visión cristiana adulta, intensa y todo menos pesada. Proponerla hoy significa ayudar a todos a estar acompañados por un maestro de la vida espiritual, experto en humanidad y profundamente conocedor de las cosas de Dios. Verdaderamente «Dios es el Dios del corazón humano» y a él acudimos con todo nuestro ser porque es allí donde todo alcanza la madurez y la plenitud».