Aparte de mi vida laboral como funcionaria y de mi vida privada como esposa y madre de tres hijos, he dedicado una grandísima parte de mis ratos libres a actividades relacionadas con la juventud. Con dieciocho años fui nombrada presidenta de las jóvenes de Acción Católica de mi parroquia natal, y encargada de la formación de la rama femenina de Juveniles.
Durante mi juventud actué varios veranos como instructora en las Ciudades Juveniles que dependían de la Acción Católica nacional. Allí me dediqué a fondo a la formación de adolescentes y jovencitas de muchos lugares de España, en un clima veraniego y vacacional impregnado de valores cristianos.
Tras aprobar unas oposiciones al Instituto Nacional Agronómico me trasladé a Madrid y allí, me incorporé como profesora en los Cursillos de Cristiandad femeninos.
Una vez casada y viviendo en Málaga, y mientras los hijos eran pequeños, colaboré en la preparación de los niños de Primera Comunión, y posteriormente me dediqué con intensidad y durante muchos años a la preparación de grupos de Confirmación.
De toda esa amplia y larga experiencia nacieron los dos tomos de Me voy a confirmar. ¿Cómo soy? ¿Cómo quiero ser?, que pretenden ser útiles a quienes desean preparar las reuniones a fondo y se encuentran un poco perdidos en esa difícil tarea y, además, no cuentan con demasiado tiempo para ello, tal como suele suceder.
Estos libros ayudan a transmitir a los chicos y chicas los fundamentos básicos de una formación cristiana auténtica; pero huyendo de cualquier tono doctoral o teológico que les incitaría al bostezo o a la huida. Hay que darles contenidos con garra, explicados en un lenguaje ágil, ameno, moderno y juvenil para prender su atención, pero sin perder profundidad ni omitir la doctrina.
Hay que hablarles de lo que les interesa e interpela en esa etapa de adolescentes, pues si las reuniones les aburren, desconectan o dejan de asistir, o al menos no captan la riqueza del mensaje. Y hay que irles mostrando el mensaje de Jesús y la doctrina de la Iglesia, pero nunca a palo seco, pues resulta contraproducente además de inútil. ¡Por algo Jesús habló en parábolas!