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Todos los que conocieron al segundo sucesor de Don Bosco, don Pablo Albera (1845-1921), en los distintos períodos de su vida, tuvieron la impresión de ver en él una criatura dulcísima. Su rostro joven, iluminado por una perenne sonrisa, se mantuvo así incluso en la vejez. Solo el pelo se había vuelto blanco como la nieve. Los ojos claros miraban a los interlocutores con la amabilidad y la luminosidad de un niño. La manera de hablar pausada y penetrante iba directa al corazón. Estaba dotado de una profunda capacidad para la escucha y tenía el don de discernimiento. Era delgado, delicado de salud.
Si miramos sus acciones, sus viajes incansables, el fervor de su apostolado, la profundidad de sus enseñanzas, la multiplicidad de fundaciones, aparece un hombre completamente diferente: la más apasionante de las criaturas. Sería injusto quedarnos solo con esta imagen de un salesiano dulce, amable, indulgente con el prójimo, si no recordásemos que fue uno de los temperamentos más firmes, sólidos y tenaces, que supo guiar a la Sociedad Salesiana, con claridad de visión y con firmeza, en uno de los períodos más difíciles de su historia.
El volumen se divide en tres secciones. La primera presenta la biografía de don Pablo Albera. La segunda expone los puntos centrales de su magisterio espiritual. La tercera contiene una antología de los textos más significativos tomados de sus Cartas circulares a los Salesianos.
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