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Antonio César Fernández (1946-2019), «César» para los amigos, salesiano sacerdote, nació en Pozoblanco, la capital de Los Pedroches en la andaluza provincia de Córdoba.
Siguiendo la llamada del Señor, que le pedía entregarse a los jóvenes, especialmente a los más pobres y abandonados, ingresa en el Noviciado de los Salesianos. Será ordenado sacerdote (1972) en la Capilla del Colegio Salesiano de su pueblo, donde también había hecho su Primera Comunión.
Tras diez años de una entrega sacerdotal plena a los jóvenes de Úbeda (Jaén), Barcelona y Ronda (Málaga), siguiendo a Dios y a su corazón, fue a Lomé (Togo), con otros dos hermanos Salesianos, a fundar la primera presencia salesiana en ese país (1982).
En los treinta y siete años que estuvo en África Occidental (Togo, Costa de Marfil y Burkina Faso) regaló su humildad, su sencillez y su tiempo a manos llenas a miles de personas, especialmente a los jóvenes. Y también regaló su vida santa. Un fatídico 15 de febrero de 2019, un grupo de yihadistas detuvo el coche donde César viajaba con otros Salesianos. Y, allí en la Aduana de Nohao-Bittou (Burkina Fasso), recibió unos disparos mortales. En ese momento, César se sumaba a otros tantos mártires de la Iglesia, de la Familia Salesiana.
El libro recoge el testimonio de este gran salesiano misionero que pasó por la vida haciendo el bien. Tanto que su hermana Pilar, en la dedicación de una calle a César en Pozoblanco, nos recordó una gran verdad: «A todos, a África, a nosotros... ¡César nos quiso a rabiar!»
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